Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador.
Éxodo 15:26
Una persona que tiene una autoestima que le permita mirar con franqueza su “parte negativa”, que puede reconocer honestamente “qué es lo que le duele” podría considerarse alguien que tiene una autoestima saludable aunque, al entrar en contacto con el miedo, con la incertidumbre que siente, con la tristeza, etc, en relación a la enfermedad puede que no se sienta con la moral por las nubes, ni rebosante de lo que hoy en día se consideran actitudes positivas. Hace poco vi un cartel que ponía “sal de casa y sonríe, sonríe a la vida, sonríe al mal tiempo…” porque si uno hace esto vendrán cosas buenas. Estoy de acuerdo que una predisposición positiva, querer que toda vaya bien, nos alienta para lidiar con las dificultades. Pero también se puede aprender a afrontar la enfermedad cuando además acogemos el miedo, el manejo de la incertidumbre, la tristeza…
Cuando se tiene una afección crónica y se pasan por situaciones difíciles uno se harta de escuchar: “tienes que ser positivo”, “centrarte en lo bueno y no en lo malo”, “céntrate en las soluciones”, “sigue luchando y luchando”, “ al mal tiempo buena cara”, “no tengas miedo”, “no estés triste”, “con ciertas actitudes atraes enfermedades”, “vigila tus pensamientos negativos”, “enfócate hacia el éxito”. Un largo etcétera de eslóganes que, en algunos casos forman parte del lenguaje interno y que tienen como objetivo que nos sintamos mejor. Lo que ocurre es que, ante tanta exaltación, estamos empezando a pensar que si estamos tristes, tenemos miedo, no estamos para la batalla ese día, o no estamos tan positivos es que “no estamos bien”.
PASTOR JOSE BAIZ